jueves, 13 de mayo de 2010

ENTREVISTA A JOSEP VILAGELIU (PARTE III)

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1. INTRODUCCIÓN

En los últimos años, tal y como se ha ido comentando en entregas anteriores de esta entrevista, hemos podido apreciar un notable aumento en el número de cortometrajes realizados en Canarias, generándose un interesante circuito alrededor de ellos. Sin embargo, el largometraje parece que sigue siendo una asignatura pendiente. Es un objetivo al que la gran mayoría (por no decir todos) los cineastas aspiran, pero que pocos pueden llevar a cabo. En esta tercera parte de nuestra entrevista, Josep Vilageliu nos habla sobre esta situación, ejemplificándolo con la transformación de su propio cortometraje, “En los Arrozales”, en largo.     

2. SITUACIÓN DEL LARGOMETRAJE EN CANARIAS Y EL PROCESO DE CREACIÓN DE “EN LOS ARROZALES”

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Todo el mundo alberga la intención de hacer un largo. Todos dicen: “tengo un guión para un largo”, “estoy moviendo un guión para un largo”, “estamos preparando un largo” y luego a ver dónde están. Pero sí se han hecho, yo sé de gente de Las Palmas que ha hecho varios largos, con sus deficiencias, pero al menos se han atrevido. Yo creo que son, sobre todo, equipos ya bregados, es decir, equipos que ya han hecho muchas cosas juntos, muchos cortos. Con equipo me refiero a un colectivo en el cual haya un montador, un director, un músico, unos actores, un productor, que ya casi son amigos y que van juntos a todos lados. Esto facilita mucho hacer un largo, porque estarle pidiendo a la gente ese esfuerzo, que se quiten unas horas de su vida para hacer un corto, es más fácil. Dices “esto es un rodaje de tres o cuatro días. No te vamos a pagar nada” (risas).

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Abordar un largo a mí se me haría muy cuesta arriba, sobre todo cuando no hay presupuesto detrás. Es sacrificar el tiempo de un montón de gente, de sus vidas, durante tres, cuatro o incluso cinco meses, porque, claro, uno no rueda seguido como cuando tienes un presupuesto, ruedas cuando puedes: fines de semana, noches,…. Si son seis semanas lo que necesitas para un largo a nivel profesional, unos 40 días, pues repartir 40 días entre fines de semana ¿a dónde te lleva? Entonces tienes que buscar recursos y preguntarte “¿cómo lo puedo hacer?”.

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Hay películas que se pueden hacer rápido, como por ejemplo el caso nuestro, “En los Arrozales”. Ahora es un largo, pero no nació como un largo. Nació como una película en la que decías “vamos a rodar una película y lo vamos a hacer sin movernos de casa y vamos a trabajar con una gente que se comunica a través de Webcam, lo cual permite que el sonido que vamos a registrar sea buenísimo. Todo va a ser en plano medio, y estás hablando con un micro, por lo tanto ese micro” decía yo “sirve para capturar el sonido y va a ser un sonido buenísimo”. Entonces, René (Martín) dijo “no, no, no, vamos a camuflar un micro que sea bueno”, pero, bueno, se quería facilitar las cosas.

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Todo se rodó  en casa, se conectaba realmente la webcam, en directo, rodábamos con dos equipos de rodaje en cada uno de los sets, y la conexión era real, internet, por lo cual las deficiencias de la propia conexión nos venían bien a veces para lo que estábamos grabando. Y en principio se grabó en dos fines de semana, es decir, un viernes por la noche y un sábado por la noche, que no acabamos, por lo que, a la semana siguiente, en un martes o un miércoles, en un par de horitas, terminamos. Tres días. Esto con una pareja y con la otra pareja otros tres días. Esto lo editamos y salió una película de 43 minutos. Con lo cual dijimos, “Mi madre, una película de 43 minutos en la cual los personajes están que no se mueven de la silla. Eso puede ser mucho”. Pero fue curioso porque estando yo fuera, al editor se le ocurrió hacer un remontaje y me dijo “Mira, he hecho un remontaje y me ha quedado de media hora. Te he cambiado unas cuantas secuencias de orden”. Yo lo vi y me fue muy bien, porque llegué a la conclusión de que, efectivamente, tenía que durar 43 minutos. Necesitaba un tiempo para que la gente reconociese realmente a los personajes, para que se fuesen situando, para que fuesen apareciendo las cosas que yo creía que tenían que aparecer. La versión de media hora estaba muy bien contada, de una manera muy correcta, pero le faltaba algo. Me estaba contando una historia, pero yo creía que tenía que ir a algo más.

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Presentamos la película y se nos seleccionó en el Festival de Mediometrajes de Valencia, que era el primero que se hacía en toda la historia del cine. Era la única representación española entre otros títulos internacionales (alemanes, ingleses). Entonces, un día, Claudio Utrera (director del Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria) me dijo “Oye, y por qué, como la película no cuenta una historia con un principio y un final, no coges las cosas que has desechado y lo conviertes en un largo”. Claro, no le dije que habíamos aprovechado todo el material (risas), pero me lo quedé pensando y me dije “bueno, a ver qué hago yo con todo esto”. Se lo propuse al equipo y me dijeron “no, no toques esto”, sobre todo Jairo (López), de Digital 104. Lo había hecho con Jairo y con Rishi (Daswani) porque me interesaba que los cámaras fueran también directores y tuvieran algo que decir. Creo que el equipo hay que elegirlo un poco en función de lo que tú quieres e hicieron un muy buen trabajo. Y al final los convencí y escribí unas cuantas cosas. Había varias soluciones: Continuar la historia y decir qué pasa con estos personajes; introducir una tercera pareja, que ya existía en el guión previo, pero que nunca aparecían, sino que hablaban de ella; o profundizar en las cosas que ya estaban, aquellas que estaban muy sutilmente sugeridas, añadiendo cosas al principio y a la mitad, buscando el equilibrio de la película y que el final se mantuviese en la misma estética. Con el trabajo de dos noches más, una noche con una pareja y otra noche con otra pareja, completamos la película y, al final, nos quedó en los 74 minutos que dura actualmente.

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La volví a proyectar, para ver qué pasaba. La gente que no había visto la versión corta no se dio cuenta de nada, de ningún fallo de raccord, ninguna de las historias de repente se les fue por ningún lado, ni les pareció que se había alargado nada. Y la gente que sí conocía la otra versión, pues ahí hubo sus más y sus menos, ¿no? Hay gente que dice que sí, que se mantiene como estaba; hay gente que dice que prefiere la versión corta, pero eso son cosas que pasan. Pero sucedieron cosas curiosas, porque hubo, por ejemplo, un espectador que me dijo “¡qué lástima que hayas quitado la escena del restaurante!” y yo le pregunté “¿qué escena del restaurante?”, “sí, sí, cuando se van a cenar y aquel se emborracha”, y yo le respondí “esa escena no estuvo nunca en la película, hablan de ella”. Y me llevó a pensar que es tal la capacidad de sugerencia que tiene la película, que llega un momento en el que el espectador reconstruye huecos. La película está hecha a través de elipsis, que yo creo que es la herramienta fundamental del cine. Está hecha a través de huecos que es el espectador el que tiene que reconstruirlos. Cuantas más elipsis hay, la historia final resulta más profunda, más amplia, más poderosa en la cabeza del espectador.

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La película se basa en todas esas cosas que contamos, pero lo realmente importante es lo que ocultamos cuando contamos algo, y lo que ocultamos en el rostro a la persona que escucha, en el rictus o la gestualidad del que lo explica y se traiciona a sí mismo. Ahí es donde está, yo creo, la gracia de la película. Yo, a los actores, siempre se lo decía: “es una película de mucho texto, pero lo importante no es lo que ustedes dicen, sino lo que está detrás de lo que dicen, lo que ustedes ocultan”. Yo iba alternando de una pareja a la otra, una con un tono de comedia y la otra con un tono de drama. Yo siempre he pensado en la película como en una sinfonía. Tiene una serie de fragmentos que son como notas, y los vas combinando. En este caso, la comedia con el drama y vas hilándolo, y vas procurando mantener ese equilibrio hasta el final.

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Esto venía en relación a las dificultades de rodar un largo. “En los Arrozales” no tuvo intención nunca de ser un largo. Imagínate que yo digo desde el principio “¡Vamos a rodar un largo!”, y la gente, todo el mundo, sale por patas. Cuando les dices “no, esto en dos fines de semana lo rodamos”, todo el mundo piensa “esto es mentira, ya verás que cuando estemos dentro descubrimos que no es un fin de semana sino que es más” (risas).

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Yo creo que a la gente le encantaría hacer un largo, aunque sabe que luego es más difícil de distribuir, mientras que los cortos siempre es más fácil colocarlos. Es como el que escribe una novela para ganar el premio Planeta, ya sabes cuántas páginas debe tener, un poco cómo va a ir y vas a tiro hecho. Un corto, si dura más de 20 minutos, mal asunto, porque el comité de selección se va a aburrir mucho, o a la hora de competir una película de 50 minutos frente a otra más coherente de 10, es más posible que la de 10 gane el premio. Quieres hacer tu corto, pero te dejas llevar también por donde lo quieres exhibir o si quieres tener un determinado éxito. Yo siempre lo he comentado en los jurados y en los comités de selección, hay que hacer una cierta pedagogía. No vale estar siempre premiando o seleccionando aquellos cortos de buenas factura, coherentes, bien terminados, etc. Porque si no al final todo el mundo hará ese tipo de cortos. Yo creo que también habría que premiar aquellos cortos de línea incompleta, pero que supongan un paso adelante, porque siguen una línea experimental, para que la gente también diga “¡Ah, eso también se premia, eso también se selecciona!”, y ya no te reprimes a la hora de hacer aquella película que te hubiera gustado hacer.

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Diferente sería si estuviéramos hablando cine comercial. En el cine comercial, lógicamente, hay que hacer cine comercial. Hay gente como (Manoel de) Oliveira que tiene una gerente que hagas lo que hagas te lo produce. Es carne de festivales. Pero si lo que quieres es ganarte la vida en el cine tienes lo que le pasa a Elio Quiroga, que dice “voy a hacer películas de fantasmas, de muertos vivientes, porque, claro, yo lo que quiero es vender y poder vivir del cine”.  A mi me parece que hay que hacer todo tipo de cortos. Cuando ya lo tienes ni vas a ganar ni vas a perder dinero, porque el corto que se está haciendo no sirve para televisión ni para nada. ¡Ojalá la televisión te lo comprase y pudieses ganar un cierto dinero y con ese dinero hacer otro corto! Pero ese no es el caso, así que ya que lo haces, hazlo como tú quieres, no para ir a un concurso de cortos.

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